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martes, 10 de agosto de 2010




Exposición de pintura
Paisajes Humanos
de Joaquín Manzano Carrero
«Espacios transitados: lo que seduce y sugiere una pintura».
Víctor Navlet Armenta
Madrid, Agosto de 2010.



Explicación en su origen latino significaba desarrollo o despliegue; en ingles explicación se dice explanación. Algo así como extender en el plano, digamos que a la manera como un arquitecto procesa y elabora sus proyectos. El arte, a veces, lo hace también así pero sin exclusividad; llamamos a esta forma de explicarse: pintura. Aunque al hacerlo impregna solamente las dos dimensiones del plano, en estos casos, las más de sus veces, cual un ilusionista nos presenta las tres que somos capaces de percibir, implicitando, en ocasiones, esa cuarta que llamamos tiempo. La pintura emociona, nos repleta de mociones, por eso también explica, trasmitiéndonos las percepciones que con ella nos sacude. Como cualquier discurso genera un plus, dice más de lo que dice, y aunque opere en la esfera de lo imaginario, o precisamente por ello, permite encadenar otros discursos hasta el infinito. El pintor, autor, podrá decir, hablando de su obra, lo que quiera en tanto que un observador más, pues cuando firmó «se le acabó la linde». Estamos entendiendo que el decir sobre lo que una pintura explica no es lo que la pintura dice sino simplemente una pretendida explicación del encriptamiento o impronta que ella deja en el observador que dice.
Joaquín Manzano Carrero, mezcla inextricable de arte y de artesano, nos conjuga paisaje y figura, de una manera peculiar —redundancia, pues hablamos de un recreador—, en esta presentación, Paisajes Humanos, continuidad de su exposición en Madrid del 2006. Trasciende su juego pareidólico encontrando, paisajes y figuras, por el continuo diálogo en la realización de sus pinturas. Y con ella nos dice, cómo entiende, lo que escucha. Él no solamente esculpe muebles, también planos. Pero en esta ocasión reduce sus relieves, sin abandonarnos de ellos, y sus siluetas en esta ocasión, se insertan más, por cuanto dicha explicación se plasma, aun más, en sus planicies paisajísticas.
Se reinicia en esta segunda entrega con Espacios transitados, retrotraído de su Plataforma Inicial que operaría a manera de un caldo de cultivo. Y es sobre este cuadro inicial sobre el que quiero comentar.
Me he beneficiado del seguimiento de este cuadro, que ahora nos presenta finado, acabado de alguna manera, muerto en definitiva, como todos al ser culminados con una firma. Su discurso con todas sus variantes ya esta cerrado. Nació, como a continuación diré, horizontal, pero también cercano a un mar que podía






contemplar al tiempo que lo realizaba. No estaría de más nos regalara imágenes del proceso temporal de este cuadro
en vida (aquí lo hacemos).

(imagen: IMGP5648.jpg)

En tanto que sujeto, como todos, sujetado por su metodología y técnica no solo cromática, la inicia desde el plano horizontal, hasta verticalizarla en el paralelismo con el que nos la entrega para nuestra, obligada complicidad contemplativa. Complicidad por el eco que sobre dicho recreador hemos reverberado, toda vez que, en su escuchar la pintura, no puede menos que descodificar aquello que todos, junto a él, hemos construido.
Este cuadro es un paisaje más, un espacio universalizado por un cuerpo de mujer y silueteado por una especie de estilizados androides que ¿solamente lo transitan? No nos equivoquemos. No es la mujer de este paisaje, una hembra del pez ceratia, teleósteo especie de rape, descrito por Jean Rostand en su Bestiario de amor. Tampoco los androidecitos, son los machos de este pez muy inferiores en su tamaño, que muerden a la hembra y fusionan en simbiosis sus labios sobre la piel de ella hasta que degenerando en su tamaño vienen a convertirse en especie de testículos adosados para las progresivas proliferaciones de su prole.
(imagen: IMGP5986bis.jpg)
(centro de la original que exponemos al comienzo recortada dejando ver solamente el cuadro colgado y algunas pinturas sobre lamesa y recipientes sobre el suelo en la esquina derecha del cuadro).

De los espacios usufructuados, transitados y narcisistas nos hablaba el pensamiento de Merleau-Ponty. En relación a ellos, del uso nos dice la estructuración de las siluetas, de los tránsitos nos habla el recorrido de nuestra mirada sobre ellas, pero no hay nada en este espacio que haga referencia a terrazas de consumo, o paseos, en el que los sujetos se exhiban. Partes de uno componen y construyen la estructura del otro. Este filósofo francés había bebido en la gestalt, mirada que no deja de ser holística. Joaquín, también licenciado en psicología, por fuerza tiene que operar con este imaginario. Ninguno de los dos reifican la otredad, antes bien la asemejan a ellos mismos presentándonos, en consecuencia, una concepción del colectivo en contrapunto al deslizamiento sufrido sobre nuestra cultura, arrancando del existencialismo sartriano y deviniendo en un individualismo exacerbado hasta el mayor de los ensimismamientos hedonísticos.
Para Merleau-Ponty el entorno del individuo genera su conciencia. Podríamos decir que, en paralelo, nuestro recreador nos viene a realizar su producción desde la consciencia de un imaginario colectivo, que opera en él encontrando más que buscando, como de alguna manera ya hemos dicho, para posteriormente revelárnoslo en ella descubierto.

(imagen: IMGP 5880.jpg) (imagen: IMGP 5882.jpg) (magen: IMGP 5905.jpg)

En nuestro cuadro los hombrecillos, indistintos, pueden ser todos uno o el mismo, y por tanto la indiscriminable estructura conjugada con la silueta femenina y masculina configuran el paisaje. Nos cabe preguntar ¿Qué sexo es el que sostiene y cual es sostenido? Desde luego, para nada, ni sujetan ni son sujetados. Mucho menos enfrentados. Sí fusionados. Desplazando este cuadro la distancia de cincuenta a setenta años, una vez más hacia atrás, tropezaría en armonía con la producción de Simone de Beauvoir, a quien únicamente podríamos reprochar el no haber devuelto a su compañero, con un espejo, la mirada objetivante que hacia ella dirigía. Qué alejado está de lo que nos explica este cuadro, al igual que de los escritos de Simone, el pensamiento que nos ha llegado importado de más al norte de las antillas, radicándose en los valores culturales potenciados por el Sistema que invierte lo indiscriminable eufemizándolo en positivo al tiempo que lo conjuga primando paridad frente a capacidad —qué importa— posponiendo lo prioritario al legislar. Mal precedente en la búsqueda de no abordar soluciones. Lo que discrimina tiende a enfrentar, y viceversa.
En la pintura de Joaquín Manzano, como en todo su arte y al igual que en su pensamiento se tiende a conjugar, armoniza la capacidad inteligente de encontrar distinciones en lo que podríamos entender por idéntico, así como también encontrar similitudes en lo que en primer acercamiento percibimos muy dispar, de aquí también su hipertrofiada capacidad receptiva para los encuentros, y en tanto, que elaborados como nuevos enunciados, con ellos denuncia.
Nuestro, desde hoy y desde siempre, pintor, hace lo que sabe y ante nosotros tenemos una pintura nada competitiva y, por más cosas que por ello, sabia.






9-Agosto-2010

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